Home / Area / DOCTRINA EN DOS PÁGINAS Diario DPI Suplemento Derecho Público Comparado Nro 06 – 15.03.2017


DOCTRINA EN DOS PÁGINAS

Ensayo sobre la postverdad

Por Walter F. Carnota

La nueva palabra más usada a lo largo del pasado año 2016 ha sido la “postverdad”, de acuerdo a los diccionarios de Oxford (“post-truth”, en inglés). Ciertos eventos de la política comparada que ocurrieron el año pasado, como el “Brexit” votado en Gran Bretaña el 23 de junio, o las elecciones presidenciales de los Estados Unidos del 8 de noviembre, demostraron como nunca que las campañas proselitistas se empeñaron en diseminar hechos sencillamente falsos, pero disfrazados con un halo de “semi verdad” o de “otra verdad”. Así, según algunos, Barack Obama no había necesariamente nacido en territorio norteamericano (hecho totalmente mendaz), debiendo tener que producir el respectivo certificado de nacimiento. El aporte de Gran Bretaña a la Unión Europea era calculado en cifras astronómicas, al igual que el flujo de inmigrantes, lo que ameritaba que los británicos ganaran el control sobre sus propias fronteras.

Hace más de diez años, Peter Häberle se encargó de enseñar que la verdad es un valor del Estado constitucional de Derecho[1]. Lo vemos en los juicios donde se jura decir “toda la verdad y nada más que la verdad”. Lo constatamos a diario cuando hablamos de la verdad jurídica objetiva, o de la verdad material. Lo observamos cuando la acción de “hábeas data” se destina a rectificar un dato erróneo. Lo palpamos con el derecho de réplica, dedicado a enderezar informaciones inexactas o agraviantes según el art.14 de  la Convención Americana de Derechos Humanos (CADH) o “Pacto de San José de Costa Rica”.

Es decir, para un Estado constitucional, no es lo mismo la verdad que la mentira. Kellyanne Conway, una de las principales asesoras del nuevo Presidente norteamericano Donald Trump, indicó que había concurrido mucha más gente a su jura que lo que reportaba el periodismo. Estábamos en presencia, según ella, de los “hechos alternativos”.

Resulta francamente peligroso pensar que una falsedad es una verdad desde otra mirada u óptica. Es entrar en el lema de Protágoras, corifeo de los sofistas: “el hombre es la medida de todas las cosas”. Así, cada persona tiene su “verdad”, su “justicia”, su “razón”, sin que exista, objetivamente, la verdad, la justicia y la razón. Lamentablemente, esta forma de hacer política no parece cambiar, sino todo lo contrario, expandirse amplificada hoy en día por las redes sociales. Escuchar las dos campanas está bien porque es sinónimo de pluralismo, de flexibilidad y de apertura mental. Diseminar falsedades a propósito  es otra cuestión, que erosiona profundamente la buena fe pública[2] hasta vaciarla totalmente de contenido.

No es de extrañar, pues, que en las librerías de varios países haya aumentado considerablemente la venta de la novela de George Orwell, “1984”, aquélla que inauguró la era del “doublespeak” (doble discurso) ya a mediados del siglo XX.

[1] Häberle, Peter, “Verdad y Estado Constitucional”, México, UNAM, 2006.

[2] Carnota, Walter F., “La interpretación constitucional de buena fe y la calidad democrática” en “El Derecho”, 9 de febrero de 2017, p.1.

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