Home / Area / COLUMNA DE OPINIÓN 2 SUPLEMENTO DE DERECHO INTERNACIONAL Nro. 5 – 05.12.2018


COLUMNA DE OPINIÓN

Katorga

Por Jorge H. Sarmiento García

Reiteradamente hemos afirmado, fundadamente, que el “gramscismo”, también calificado como “neomarxismo”, es continuación del comunismo.

Para comprender esto es menester recordar lo que ocurrió en Rusia (y en forma análoga en otros países del dominio comunista), donde el Partido Comunista llegó al poder a consecuencia de un antiguo movimiento revolucionario secular, en el cual los altos ideales y humanitarios fines formaban el estimulante que incitaba al sacrificio de sí mismo y a la total entrega a las ideas políticas.

Durante noventa años, miles de revolucionarios, padres espirituales y adelantados de la revolución, atravesaron el difícil camino que conducía a las prisiones de la antigua Rusia y sufrieron las privaciones y dolencias de la vida en las cárceles, la crueldad de la “katorga” (o sistema penal según el cual los prisioneros eran enviados a campos remotos en las vastas áreas deshabitadas de Siberia y sometidos a un régimen de trabajos forzados) y del destierro perpetuo. Muchos jefes comunistas experimentaron en su propia carne los tenebrosos procedimientos del antiguo sistema de las prisiones rusas.

Los sentimientos humanitarios eran el elemento esencial para la propagación del movimiento revolucionario, en el que el bolchevismo significaba tan solo una parte; y en su condenación del antiguo derecho penal, el bolchevismo iba aún mucho más lejos que los demás partidos, exigiendo no sólo la reforma del derecho y del sistema penitenciario, sino que hasta pedía su completa supresión y el establecimiento de un nuevo sistema, afirmando que el antiguo derecho era inhumano, y no podría ser reformado, lo mismo que sería imposible mejorar lo que quedaba del antiguo Estado, que el viejo edificio tendría que ser demolido y habría que edificar en su sitio otro completamente nuevo.

Pero, como alguna vez se ha dicho suele ocurrir que la mayor parte de los sufrimientos del mundo brotan de la sima que se abre entre la teoría y la práctica, en Rusia (y sus países seguidores) la práctica se diferenció esencialmente de la teoría.

El nuevo sistema soviético era un gobierno minoritario. Para mantenerse en el poder y en los cargos públicos, tenía que luchar contra la mayoría del pueblo. Además, las medidas adoptadas para llevar a cabo el programa económico habían tropezado con la resistencia de la mayor parte de la población. De esta eterna lucha nació el fantasma de la crueldad, que surgía en abierta contradicción con los sentimientos -de no pocos revolucionarios- humanitarios y con los procedimientos liberales hacia los contraventores de la ley.

Entonces entró en funciones “el fuerte brazo de la justicia” contra “el hermano descarriado” de ayer. El nuevo sistema hubo de llevar a cabo –especialmente durante la guerra civil- una ininterrumpida lucha contra sus adversarios políticos, contra millones de labradores durante la introducción del sistema colectivo y contra diversos estratos de la población rusa en cada uno de los períodos de su desarrollo.

Entonces se decidió por el terror y se recurrió a los más rigurosos métodos de la violencia.

Y llegó el momento en que el comunismo cayó; pero él no acabó con la caída del Muro de Berlín en 1989, sino que se renovó para intentar penetrar hasta la cultura más formada, superviviendo en el neomarxismo.

  Pues bien, la degradación de la cultura y los valores en nuestro tiempo, en la búsqueda de un pensamiento único y un “Nuevo Orden Mundial”, forma parte de una inteligente estrategia diseñada por Antonio Gramsci (1891-1937) quien, teniendo presente que Lenin concibió la revolución como un “proceso de traspaso de poder” que puede ser realizado tanto de manera sangrienta como incruenta, propició realizar la revolución de modo invertido, es decir, “de arriba hacia abajo”, desde la superestructura hacia la infraestructura.

Una revolución así entendida se realiza a través de la intervención y transformación ideológica de la cultura, y consiste en modificar de manera imperceptible el modo de pensar y sentir de las personas para, por extensión, terminar modificando final y totalmente el sistema social y político.

Mucha de la crisis cultural actual obedece en buena parte a la acción destructiva y semioculta de los “intelectuales orgánicos” a la Gramsci, estratégicamente situados, cuyo accionar se encuentra encaminado a la “mutación del sentido común” teísta y cristiano a fin de que devenga su opuesto (inmanencia, materialismo, relativismo, ideología de género, abortismo, etc.) como sistema sustentado en intereses políticos e ideológicos, ideología que tiene un trasfondo perverso, esto es, inyectar las mentes con tales ideas para tener la concentración del poder a través del Estado.

¿Se volverá así a una nueva “katorga”, esta vez rodeados de la música triste de un futuro sin salida en la posición tal vez más difundida en la cultura contemporánea en general. con la abulia del alma esclava que se hunde en la resignación, en la inacción, pese a ser bien conscientes de que hay que huir de la desdicha en este neomarxismo que acepta erróneamente pesimista el foso entre lo que es y lo que debería ser, entre la pasión moral y la investigación esmerada?

 

 

 

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