Home / Area / COLUMNA DE OPINION 1 Diario DPI Suplemento Derecho Civil, Bioética y Derechos Humanos Nro 36 – 20.03.2018


COLUMNA DE OPINIÓN

Mejor no hablar de ciertas cosas: una mirada crítica sobre la educación sexual y reproductiva

Por Ayelén Zuccarini

I) Introducción

El 4 de octubre de 2006 se sancionó la Ley que creó el Programa Nacional de Educación Sexual Integral (N° 26.150), normativa que vino a saldar una deuda legislativa pendiente con niños, niñas y adolescentes (NNA) y que consolida el principio de autonomía progresiva en su intersección con el acceso a la información y el ejercicio de derechos humanos fundamentales, como son los derechos sexuales y reproductivos.

Durante los casi doce años transcurridos desde aquel hito normativo hasta la actualidad, muchos han sido los cambios socioculturales y legislativos acaecidos. Las distintas expectativas en torno a los tradicionales roles “femeninos” y “masculinos”, los vertiginosos avances en el área de la medicina reproductiva, la puesta en crisis del esquema binario de género, la visibilización de la infancia trans, los datos “duros” que cada año deja la violencia machista y las transformaciones operadas en el marco de las relaciones humanas a través del uso masivo de internet y redes sociales, han modificado la manera de pensar y vivir la sexualidad, lo que conduce inexorablemente a replantear su abordaje desde la óptica educativa.

Ante este escenario complejo, la presente columna de opinión se orienta a efectuar una mirada crítica de la educación sexual brindada a NNA, a la luz del principio de realidad que nos compele a revisar, actualizar y mudar el eje de las discusiones. ¿Qué significa, en el año 2018, educar en sexualidad? ¿Qué tipo de conocimientos deberían impartirse? ¿Desde qué enfoque correspondería que los adultos responsables aborden la temática? Se adelanta que el objetivo no es únicamente destacar el papel determinante de la educación en el acceso efectivo de NNA a los servicios de salud sexual y reproductiva. También, con la convicción de que la perspectiva de género debe iluminar todo contenido educativo, se pretende promover una educación sexual integral que contribuya, desde edades tempranas, a la deconstrucción del modelo social patriarcal. Modelo que aún opera en detrimento de patrones de conducta equitativos en el ejercicio de la sexualidad de los jóvenes.

II) Datos de la realidad y nuevos desafíos  

La sexualidad, de formas más y menos explícitas, está presente en todos los contextos: ficciones televisivas, publicidades, debates radiales, publicaciones en redes sociales, películas taquilleras, best sellers y un extenso etcétera comprensivo de ámbitos que, en su mayoría, lejos están de albergar con exclusividad al público adulto. Empero, la recepción por parte de los jóvenes de todos estos mensajes que simulan derribar el misterio que ha rodeado históricamente a la sexualidad, poco contribuyen a construir su verdadera intimidad y a prepararlos para comprender qué les pasa, qué pueden hacer y qué desean.[1] En efecto, basta con recurrir a algunos datos empíricos que así lo reflejan. Se previene que el panorama no resulta alentador, pero su consideración resulta útil para saber cuáles son los aspectos sombríos del sistema, identificar las necesidades educativas que no están siendo satisfechas, y así trabajar en propuestas superadoras.

Solo por citar algunas de las innumerables situaciones verificadas que dejan al descubierto las falencias del sistema actual, puede mencionarse que en el año 2015, de cada 1.000 nacimientos, 3,6 correspondieron a madres de 14 años de edad o menos. Entre las jóvenes embarazadas escolarizadas, la mayoría de ellas dejó de asistir al colegio, aduciendo sentimientos de vergüenza y situaciones de discriminación. Por su parte, se ha identificado que los embarazos en menores de 15 años responden a una conjunción de factores, entre los cuales se destaca la falta de educación sexual integral a edades tempranas[2].

El mismo informe otorga algunas respuestas a los interrogantes que plantean las situaciones referidas: los adolescentes suelen tener su primera charla de educación sexual con posterioridad a su iniciación, que además no obedece a un contenido de tipo transversal que abarque los distintos niveles de enseñanza. Por el contrario, suele asumir la modalidad de charlas, impartidas de forma intermitente y marcadas por una fuerte mirada biologicista.[3]

Con facilidad se advierte que los loables objetivos de la Ley 26.150 tropiezan con los embarazos tempranos, la violencia en el noviazgo, la discriminación en torno a la orientación sexual y el género autopercibido de niños y jóvenes, su desconocimiento de los derechos que titularizan como usuarios del sistema de salud y el contagio de enfermedades controladas que han vuelto a emerger con preocupante protagonismo en los últimos tiempos, como la sífilis[4]. Y para un Estado constitucional y convencional de derecho, este escenario debe constituir una preocupación acuciante.

Por supuesto, la responsabilidad no es exclusiva de los establecimientos educativos. La familia tiene un rol fundamental y primario en el acompañamiento y formación de NNA, a quienes deben guiar en el camino hacia la adultez, preparándolos para que puedan asumir una vida responsable en una sociedad libre (art. 29 CDN). Va de suyo que las personas menores de edad que cuenten con un entorno familiar apto para brindarles la contención y guía necesarias de acuerdo a las distintas etapas evolutivas que atraviesen, verán garantizado su derecho a recibir la información fundamental para promover su bienestar social, espiritual, moral y su salud física y mental (art. 17 CDN).  Ahora bien: ¿Qué sucede con los NNA cuyas familias no están en condiciones de asistirlos, ya sea por situaciones socioeconómicas o culturales desfavorables? ¿Y con aquellos jóvenes sin cuidados parentales? Resulta evidente, a esta altura del desarrollo normativo nacional y supranacional de los derechos infanto juveniles, que los mismos no pueden quedar en manos o a la zaga de contar o no con apoyo familiar.[5]  Las distintas modalidades de educación sexual, en analfabetismo sexual y la información no siempre confiable que se encuentra al alcance de la mano, conforman un núcleo demasiado heterogéneo de educandos que muchas veces se traduce en formas de ejercicio de la sexualidad perjudiciales para su salud, con connotaciones violentas o discriminatorias. Esto supone que la función del Estado no puede agotarse en programas aislados o “charlas informativas”. La realidad impone la puesta en marcha de una política enérgica de información y formación que resulte inclusiva y responda acabadamente a un colectivo adolescente heterogéneo.

III) Reflexiones finales  

Las modalidades adoptadas por los establecimientos educativos para brindar información sexual a los alumnos son variadas, así como también los contenidos seleccionados. Se estima que la designación de materias específicas, dotadas de regularidad y periodicidad, contribuye a crear paulatinamente un ambiente de confianza apto para enviarles a los receptores un mensaje positivo: la sexualidad no es un tema tabú y su aprendizaje no es menos importante que el de otras materias curriculares. Paralelamente, una visión multidimensional de la temática, superadora de la profilaxis y la reproducción, resulta más ajustada a la realidad y permite abordar las diversas aristas que la atraviesan: violencia, discriminación, abuso sexual, aborto, estigmatización y medicalización de la infancia trans, entre otros. Esta alternativa, aplicada desde las etapas iniciales y de acuerdo a las edades de los alumnos, acompañada de la formación y capacitación del cuerpo docente y orientada hacia el trabajo conjunto con las familias -en la medida en que ello sea posible- se aleja de la indeseable modalidad que los expulsa hacia otros ámbitos en busca de respuestas, con el peligro que importa dejarlos a la deriva y habilitar situaciones de riego evitables.

Invitar a NNA a resolver sus incertidumbres en el ámbito escolar y propiciar su escucha atenta y responsable, además de constituir una alternativa que luce a tono con el deber estatal de igualar oportunidades, implica valorarlos como agentes de cambio fundamentales para contribuir positivamente al desarrollo de una sociedad más justa y diversa[6]. Todo depende de la actitud que se asuma: achacar a los jóvenes su falta de compromiso, su irresponsabilidad o descuido, no es más que resaltar características propias de la adolescencia. Por el contrario, identificar los obstáculos del sistema para contribuir a una enseñanza de la sexualidad más amigable y real, puede ayudarlos a metabolizar, en su mejor interés, toda la información disponible.

[1] Faur, E. y Grimson, A. Mitomanías de los sexos: Las ideas del Siglo XX sobre el amor, el deseo y el poder que necesitamos desechar para vivir en el Siglo XXI, Siglo XXI Editores, Buenos Aires, 2016, p. 109.

[2] UNICEF, Embarazo y maternidad en adolescentes menores de 15 años: Hallazgos y desafíos para las políticas públicas, Buenos Aires, 2017, p. 5-10.

[3] UNICEF, Embarazo y maternidad…ob. cit. p. 21.

[4] Ministerio de Salud de la Nación, Boletín Integrado de Vigilancia: Dirección Nacional de Epidemiología y Análisis de la Situación de Salud, Buenos Aires, 2017, p. 80 y 81.

[5] Grosman C. y Herrera, M. Un enfoque actual sobre el derecho de los adolescentes a ejercer sus derechos sexuales y reproductivos, Encrucijadas UBA, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, 2006, p. 16-23.

[6] UNICEF, Para cada adolescente, una oportunidad: Posicionamiento sobre adolescencia. Buenos Aires, 2017, p. 6 y 7.

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