Han sido 367 votos favorables y 137 contrarios a la destitución de Dilma Rousseff. Otras nueve ausencias y abstenciones podrían ayudar a la mandataria a permanecer en su puesto, pero no sucesió. Ayer, la Cámara de Diputados presidida por Eduardo Cunha, decidió poner un final al gobierno de Rouseff.
En las justificaciones de votos de los que defenestraron a la mandataria apenas mencionan los crímenes de que es acusada. Han sido votos a nombre de Dios, de la Patria, de la familia, etc.
El camino abierto ahora prevé pocas alternativas para Dilma Rousseff. Dentro de pocas semanas –la fecha inicialmente prevista es el miércoles, 11 de mayo– el Senado decidirá si acepta o no lo que indica la Cámara de Diputados, es decir, si abre o no el juicio a la mandataria. En caso positivo, Dilma Rousseff será apartada de la presidencia por un plazo que podrá llegar a 180 días, tiempo que tendrá para presentar su defensa.
En pocas palabras: Dilma Rousseff está liquidada. Los números de ayer han sido suficientemente elocuentes para fulminar de una vez su defensa. A ella le quedan alternativas como recurrir al Supremo Tribunal Federal, pero las posibilidades son muy cercanas a cero. El resultado de ayer superó las peores expectativas de sus defensores, inclusive en la opinión pública. Ha sido una derrota que superó a la anunciada.
La presidenta seguirá en su puesto hasta que el Senado defina si acepta o no la decisión de la Cámara. Eso significa algo entre dos o a lo sumo tres semanas. Será una presidenta fantasma. Nada de lo que haga en ese corto período de tiempo será considerado sólido o válido. Si el Senado acepta, la apertura del proceso de destitución, Michel Temer, el vicepresidente, asumirá el poder.
A la una de la madrugada de hoy, asesores muy cercanos a Dilma reafirmaron que la presidenta pretende dar batalla hasta el último instante, o sea, no renunciará al puesto.
En términos prácticos, hoy mismo empieza el gobierno –todavía no anunciado– de Michel Temer, el vicepresidente que se bandeó a la oposición. El país vivirá un fenómeno insólito: una presidenta en plenas y constitucionales funciones, hasta que el Senado de su veredicto, pero sin credibilidad alguna.
Michel Termer armó, en las últimas semanas, un gobierno que todavía no ha sido presentado al país.