Home / Area / DOCTRINA EN DOS PÁGINAS Diario Penal Nro. 226 – 08.03.2019


DOCTRINA EN DOS PÁGINAS

“Las subculturas del delito” (Parte II)

Por Milagros Lujan García Fernández

Dentro de los factores que impulsan al delincuente al cometer delitos, podemos encontrar: Antropológicos, en donde se investiga la influencia de anormalidades en la constitución orgánica, psíquica y la de ciertas características personales como la edad, el sexo, la profesión. Los factores sociales, en donde se estudia la acción que ejercen las condiciones económicas, demográficas, culturales, legislativas y por último los factores físicos, en donde se analizan los efectos del clima, los vientos, las humedades, etc.[1]

Rafael Grófalo nació en Nápoles en 1851, descendía de una familia noble, se desempeño como juez, era una persona moderada y conservadora. Sus contribuciones más destacas fueron las referidas a los temas de la peligrosidad, la noción de la criminología del delito y los conceptos de prevención especial mediante la individualización del tratamiento. Elaboro la construcción de la teoría del “delito natural”, en donde en conjunto con el concepto de peligrosidad, los relaciono con los sentimientos se piedad y sensibilidad moral. El pronóstico de la peligrosidad según dicho autor, era “la cantidad de mal previsto que se puede temer de parte del delincuente (temibilidad)” y su diagnostico se basa en la gravedad del hecho cometido.[2]

Garófalo destaco que los delitos varían a nivel internacional pero que hay ciertas conductas que son comunes en todos los códigos penales, como el homicidio, la violación y el robo. Según él, el positivismo no debía brindar solamente una definición de delincuente, sino que debería ocuparte de crear un concepto universal del delito. Los delitos universales serian todos aquellos que provocan un reproche universal, lesionando reglas que hacen a la vida en sociedad. Entendía que debían sancionarse dos tipos de códigos penales: uno para todos los delitos que sean homogéneos a toda la comunidad y otro contravencional que reglamente específicamente cada país.

Sostuvo la necesidad de un tratamiento individualizado guiado a las particularidades del sujeto y sus patologías morales. No creía en la utilidad del castigo ni tampoco en tratamientos de carácter general, como la enseñanza laboral, escolar y religiosa.

Edwin Sutherland

Ocupó un lugar trascendente en la criminología estadounidense, su búsqueda se orientó a entender el fenómeno de la criminalidad en las clases superiores. Hasta ese entonces, predominaba el pensamiento de Lombroso en el cual se destacaba el “fisonomismo”, en el cual, los más feos y antisociales, miembros de la clase baje eran los perfectos delincuentes.

Su impacto fue enorme. Obligó a afrontar ciertos fenómenos de la sociedad capitalista que hasta ese entonces no se habían tomado en cuenta. ¿Podía ser posible que la sociedad provocara transformaciones en el ciudadano que lo levara a delinquir? Con este giro que se da a la criminología, se impulsarían otras escuelas de pensamiento que pondrían a la sociedad como elemento para investigar.[3]

Rechaza las investigaciones psiquiátricas del comportamiento criminal, tampoco toma en cuenta la situación económica de la persona. Introdujo una idea que rompió con el paradigma psicobiológico de este entonces, un delito cometido por personas de clases medias y altas, las cuales carecían del elemento de la “necesidad”. Todas sus investigaciones, objetaban las explicaciones de la criminalidad por causas biológicas y psicológicas, y a su vez criticaban el vínculo entre la delincuencia y la pobreza. Hasta ese momento la sociología norteamericana insistía en que el delito se generaba por una problemática social negativa del medio, en donde los pobres con menos recursos eran  los que más predisposición tenían a delinquir que los “integrados”. La realidad es que comenzaron a producirse delitos que no podían ser explicados bajo ese enfoque. Por ejemplo, los sociólogos que habían hecho estudios explicativos del crimen, lo hacían a través de la miseria, la ignorancia de ciertos sectores sociales específicos, como los no integrados, los negros, los rusos, los inmigrantes, los italianos, etc.

Dentro de sus trabajos, Sutherland desarrolla “la teoría de la asociación diferencial”, o sea, la búsqueda de corroboración de una situación de hecho concreta para una teoría sociológica. Ello lo llevo a investigar qué pasaba con los delitos cometidos por las mas grandes corporaciones de Estados Unidos en los cincuenta años precedentes, que obtuvo de registros oficiales. En ese momento los Estados Unidos habían salido favorecidos tras la Según Guerra Mundial, transformándose en la primera potencia mundial, y contando con una clase media en expansión. Si bien su obra es objetable, debido a que se baso en observaciones con mucho contenido subjetivo y poco universalizables, obtuvo una gran eficacia basándose en los registros de la justicia para observar la suerte que poseían algunos procesos que posteriormente denomino “delitos de cuellos blanco”. Según sus estudios, casi todas las grandes empresas que cometían delitos, eran reincidentes pero registraban un índice bajo de sentencias condenatorias en delitos como la evasión impositiva, transgresiones a las leyes de patentes, actividades monopólicas, etc. La justificación era sencilla: o tales conductas no eran sancionables, o la pena era solo dineraria, y discurrían por procesos que parecían estar pensados para favorecer a este tipo de infractor.[4]

Los delitos de cuello blanco, eran conductas de gran magnitud económica, que afectaban a una cantidad indeterminada de personas, pese a lo cual no producían una conmoción social. Era conocimiento público, que dichos infractores eran sujetos a procedimientos especiales que permitían resolver los conflictos sin un juicio, mediante un acuerdo con el fiscal, sin dejar antecedentes registrados. La responsabilidad de las grandes empresas, cuando se les atribuía, tenía carácter administrativo o pecuniario, y carecía de publicidad. No daban lugar a consecuencias sociales desfavorables, ya que los desvíos se podían resolver trasladando a los funcionarios responsables de irregularidad. Sutherland comprobó, que sus accionares no generaban un reproche en la sociedad, sino todo lo contrario eran vistos como “astutos” o “habilidosos”, generaban admiración en las personas. En consecuencia, lo que observó este autor, es que no existe una sociedad que posea pensamientos y valores uniformes, sino que hay grupos distintos, incluso de oposición, cuya referencia al delito es general. La ley claramente no es igual para todos, ya que el poder es un elemento decisivo a la hora de ser juzgado por el órgano de poder y en el modo en que son sancionados. Esta teoría explica que el fenómeno criminal no es de origen etiológico, el comportamiento delictivo no es determinado genéticamente, ni por la condición de riqueza, ni por la personalidad, sino por el contacto diferencial. Se aprende como cualquier otro comportamiento, por medio de la interacción con otras personas por un proceso comunicativo. La parte fundamental de ese aprendizaje se desarrolla en los grupos personales más íntimos y personales.

Los valores fundamentales en nuestras sociedades son el consumo y el enriquecimiento, y el aprendizaje que se recibe pretende proporcionar las herramientas para alcanzar esos valores. El comportamiento criminal se aprende a través de grupos personales en donde prevalecen interpretaciones favorables a la violación de la norma. El principio del contacto diferencial indica que una persona se convierte en delincuente porque en su medio hay mas decisiones tendientes a infringir la ley aislándose de aquellos grupos que se inclinan a respetarla.[5]

Esta teoría se puede resumir en nueve postulados:

1) La conducta criminal se aprende

2) La conducta criminal se aprende en interacción con otras personas dentro de un proceso de comunicación.

3) La parte principal del aprendizaje de la conducta criminal se produce mediante la interacción en grupos personales íntimos.

4) Cuando la conducta criminal se aprende, el aprendizaje requiere: a) técnicas para cometer el delito, que son algunas veces muy complicadas y otras veces, muy simples; b) la dirección específica de los motivos, impulsos, racionalizaciones y actitudes.

5) La dirección específica de los motivos e impulsos se aprende de las definiciones de los códigos legales como favorables y desfavorables.

6) Una persona pasa al acto delictivo debido a un exceso de definiciones favorables a la violación de la ley con relación a las definiciones desfavorables a la violación de la ley.

7) Las asociaciones diferenciales pueden variar en frecuencia, duración, prioridad e intensidad.

8) El proceso de aprendizaje de la conducta criminal por asociación con patrones criminales y anti-criminales comprende todos los mecanismos que están involucrados en cualquier otro proceso de aprendizaje.

9) Aunque el comportamiento criminal es la expresión de un conjunto de necesidades y valores, no se explica por tales necesidades y valores, puesto que el comportamiento no criminal es también expresión de las mismas necesidades y valores.[6]

Según ésta teoría la conducta criminal es la finalización de un proceso de aprendizaje, en la que no se detectan necesidades. Una persona se hace delincuente por un exceso de definiciones desfavorables a dicha violación de la ley respecto de definiciones desfavorables a dicha violación.[7] La critica que se le hace a ésta teoría es que puede caer en el paradigma positivista al momento de hablar del determinismo, pero a diferencia de aquellos sustituye el determinismo biológico por el determinismo social.

Robert  King Merton (1910-2003)

Desarrollo la teoría de la anomia formulada por Durkeim, y la relaciono con las distintas formas de conductas desviadas en su libro[8], donde a su vez se propuso descubrir, “cómo es que algunas estructuras sociales ejercen una presión definida sobre ciertas personas de la sociedad para que sigan una conducta inconformista y no una conducta conformista”.[9]

Para Merton, los desviados no son enfermos sino que actúan ante la presión de la estructura social. Dicha desviación proviene de una contradicción entre la estructura social y la estructura cultural. La estructura cultural, son el conjunto de representaciones axiológicas comunes que regulan el comportamiento de los individuos de una sociedad, suele ofrecer a miembros unos valores. Propone metas, que son los motivos para orientar su comportamiento y proporciona modelos de comportamientos institucionalizados para poder alcanzar dichas metas. Por otro lado, la estructura social es el complejo de relaciones sociales en que los miembros de una sociedad se hallan insertos, no ofrece a todos ellos las mismas posibilidades de acceder a los medios legítimos[10]. Mientras las satisfacciones resultantes para los individuos se ajusten a las dos presiones culturales[11], se producirá un equilibro, sin embargo cuando se produce una disociación entre las aspiraciones culturalmente prescriptas y los caminos estructurales para llegar a ellas, cuando se da una excesiva importancia a los objetivos sin importar cómo se obtengan, la sociedad se hace inestable y se produce la anomia. La anomia, está definida por Merton como “aquella crisis de la estructura cultural que se verifica especialmente cuando existe una fuerte discrepancia entre normas y fines culturales, por una parte, y las posibilidades estructurales socialmente de actuar en conformidad de aquéllos, de otra”.[12]

De acuerdo la concepción de anomia que pregonaba, cada comportamiento individual se adaptará en mayor o menor medidas a estas categorías:[13]

  1. Conformista: está de acuerdo con la estructura cultural y social. Un ejemplo sería la clase media.
  2. Ritualista: está de acuerdo con la estructura social, pero tiene un desinterés sobre las metas culturales. Es un comportamiento desviado aunque no se exteriorice o ni se produzcan problemas sociales. Podemos citar como ejemplo al individuo que trabaja y no le importa ganar dinero.
  3. Innovador: está de acuerdo con la estructura cultural, pero no con la social. No quiere trabajar y desea llegar rápidamente a la cultural. Es el delito y ocurre en todas las clases sociales.
  4. Apático: no está de acuerdo con la estructura cultural ni con la social. Estarían fuera del sistema estos individuos, serían los vagabundos o los que consumen estupefacientes.
  5. Rebelde: además de no estar de acuerdo con la estructura cultural y social, pretender un cambio en ellas.

La presión social creada por esta discrepancia entre las metas culturales inducidas y las oportunidades socialmente estructuradas, es lo que lleva a algunos jóvenes a la realización de actos delictivos, siento esto más corriente en los estratos bajos de la sociedad, que es donde según Merton “se ejercen las presiones mas fuertes hacia la desviación”.  Esto es así, porque los incentivos para el éxito lo proporcionan los valores de la cultura dominante, y además las vías disponibles para alcanzar dichas metas son limitadas por la estructura de clases, lo que significa que no todas las personas son capaces de acceder mediante vías legitimas a esas metas, sino que están limitadas a los estratos medios y altos de la sociedad. Por lo tanto este camino hacia la meta se hace dificultoso para aquellos de clase baja, que son los que cuentan con poca instrucción académica y pocos recursos económicos, conllevando a una elevada conducta desviada. A su vez, Merton entiende que la “pobreza” como tal y por consiguiente la limitación de oportunidades no basta para generar una alta tasa de conducta delictiva. Aun la pobreza en medio de la abundancia no conlleva de manera inevitable a ese resultado. Pero cuando la pobreza y las desventajas que la acompañan para competir por los valores culturales aprobados para toda la sociedad, se junta con la importancia del éxito económico como meta principal, el resultado normal con altas proporciones de conductas delictuosas.[14]

 

 

 

 

 

 

[1] Anzit Guerrero, Ramiro, Compendium Criminis, Criminología, Criminalística y Victimología, Ed. Lajouane, Buenos Aires, 2010, página 28.

[2] C.A, “Manual básico de criminología”, Ed. Eudeba, Buenos Aires, 2007, página 54

[3] Anzit Guerrero, Ramiro, Compendium Criminis, Criminología, Criminalística y Victimología, Ed. Lajouane, Buenos Aires, 2010, página 50-51

[4] , C.A, “Manual básico de criminología”, Ed. Eudeba, Buenos Aires, 2007, página 80

[5] Anzit Guerrero, Ramiro; Benavídez Sergio Alejandro; Destéfano E. Leandro  “Las subculturas del delito en la Argentina”, Ed. Editor, Buenos Aires, 2015, página 27

[6]Anzit Guerrero, Ramiro, Compendium Criminis, Criminología, Criminalística y Victimología, Ed. Lajouane, Buenos Aires, 2010, página 57-58

[7] Anzit Guerrero, Ramiro; Benavídez Sergio Alejandro; Destéfano E. Leandro  “Las subculturas del delito en la Argentina”, Ed. Editor, Buenos Aires, 2015, página 28

[8] Teoría y estructuras sociales, 1949

[9] Merton, “Teoría y estructuras sociales”, cit., págs. 209 y 210.

[10] Anzit Guerrero, Ramiro; Benavídez Sergio Alejandro; Destéfano E. Leandro  “Las subculturas del delito en la Argentina”, Ed. Editor, Buenos Aires, 2015, página 23-24

[11] satisfacciones procedentes de la consecución de los objetivos y satisfacciones nacidas en forma directa de los modos institucionalmente canalizados de alcanzarlos.

[12] Anitua, Gabriel Ignacio, Historias de los pensamientos criminológicos, Ed. Editores del Puerto, 2da. Reimpresión, Buenos Aires, 2010, página 291

[13] Anzit Guerrero, Ramiro; Benavídez Sergio Alejandro; Destéfano E. Leandro  “Las subculturas del delito en la Argentina”, Ed. Editor, Buenos Aires, 2015, página 24-25

[14] Gonzales, Vázquez Carlos “Teorías criminológicas sobre delincuencia juvenil” Ed. Uned, Madrid ,página 25

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