Home / Area / DOCTRINA EN DOS PÁGINAS Diario Penal Nro 176 – 15.12.2017


DOCTRINA EN DOS PÁGINAS

Escrito con sangre (Parte I)

Por Guido Damián Cresta

Era el año 2014. Concurro a una Jornada a la que me invitaron dos grandes amigos y mejores profesionales, los licenciados en Criminalística Luis Olavarría y Roberto Granja, organizadores del evento. Cursamos nuestra carrera hace más de 30 años en la UBA, Facultad de Derecho.

El único tema era manchas sangre en la escena del hecho, en todos sus aspectos. Entre los asistentes se encontraba una joven Fiscal, con la que compartimos unos minutos de charla. Relata que viene a interiorizarse del tema porque tiene un caso que la preocupa. Cambiamos tarjetas.

Las hijas de la víctima eran dos docentes, y desde el día que lo encontraron asesinado no tuvieron paz pensando en su asesino en libertad. Desconocían cómo encarar esta situación. Hubo cambio de abogados, recorrieron infructuosamente pasillos de Tribunales, esperando una respuesta que no llegaba.

Finalmente, en la UFI de Berazategui se encuentran con la Sra. Fiscal que menciono al principio. Se trata de la Dra. María de los Ángeles Attarian Mena, quien, según palabras de las damnificadas, era la primera vez que alguien las escuchó con atención, y estaba dispuesta a investigar el caso exhaustivamente. Por eso su presencia en aquella Jornada sobre estudios en manchas de Sangre donde nos conocimos. Guardó mi tarjeta y ante la desesperación de estas mujeres les sugiere que me llamen, tal vez pudiera ayudarlas en el esclarecimiento del caso, desde la óptica de mi profesión.

Meses después, un sábado se comunican conmigo. Preguntan si es posible que nos encontremos. Habían asesinado a su padre, y querían llegar al autor. No perdimos tiempo, y esa misma tarde se produjo la entrevista. Traían consigo un juego de fotocopias completa de la causa, que ellas habían releído mil veces señalando lo que les parecía importante. Me marcaban una foto con una mancha de sangre en el piso del dormitorio donde fue encontrado este hombre. Mi respuesta les trajo inmenso alivio. Relataron todo lo que habían investigado por sus propios medios. Las escuché atentamente, y advertí que la vida les enseñó ante la adversidad, a ser minuciosas e incansables investigadoras.

Su padre, José Rodríguez las había educado con cierta rigidez, inculcando en ellas el camino del esfuerzo, de la honradez y perseverancia y aplicaron este bagaje de enseñanzas para descubrir su propio crimen.

Desoyendo lo que aprendí en la Universidad, que para ser objetivo no debíamos involucrarnos más que profesionalmente en cada caso, utilicé mi método de siempre. Escuchar a los familiares, quienes son los que finalmente nos brindan detalles de la víctima que nos conducen a saber el porqué de su muerte, sus costumbres, con quien se vinculaba. Fue una enorme ayuda para llegar al esclarecimiento del caso, y compartimos varios días en mi estudio donde seguían aportando datos. Contaban con el apoyo oficial de dos inmensos profesionales: La Dra. Attarian Mena y el Crio. Mayor de la Policía de la Provincia de Buenos Aires Julio Di Marco, quien encaraba desde su especialidad, el seguimiento de teléfonos de sospechosos. Ahora si entraremos directamente a la causa.

Como era previsible quería conocer todo de este hombre. Y comienza el relato: se trataba de un joven jubilado, muy alto y fuerte. Era viudo y con deseos de rehacer su vida. Metódico, ahorrativo, muy cuidadoso de la seguridad de su casa. Todas las mañanas se levantaba muy temprano, compraba el diario, realizaba las compras en la zona. Almorzaba y cenaba temprano. No era amante de bebidas alcohólicas. Jamás tiraba la comida que sobraba. La guardaba en la heladera. Tenía un defecto profesional. Había trabajado más de 40 años en una compañía de luz, por lo que jamás dejaba enchufado un aparato eléctrico que no utilizara. Después de cenar se sentaba en el living a mirar televisión. En verano vestía siempre un short con camisa de mangas cortas, que arremangaba, zapatillas y medias. Al llegar a su casa, en especial los días de mucho calor colgaba la camisa en una silla y se quedaba con el torso desnudo dentro de la casa. Le gustaba cocinar. Solía hacer arreglos en la casa donde compartiera su vida con su mujer y sus hijas. Al fondo de la casa tenía su taller y las últimas tareas que realizó fue pintar las rejas de su casa, según cuentan los vecinos.

Su casa era un bunker. No solo había rejas en la cerca, que eran muy altas, sino también en ventanas y en la puerta de acceso. Además tenía un perro guardián que lo alertaba ante la presencia de extraños. Nadie más que su familia ingresaba. Era sumamente desconfiado.

El día 21 de diciembre de 2014 fue el último día que se demostró que estaba vivo. Sus hijas se comunicaban con él diariamente, ya sea concurriendo al lugar o llamándolo por teléfono, siempre en el horario  de entre las 19.00hs y 19.30hs. Ese día, quedó registrado la llamada de su hija a las 19.14hs. Se lo escuchaba feliz. Le contó que había preparado pan dulce para obsequiarles ante la proximidad de la Navidad. Al día siguiente debía concurrir a determinado lugar. Su yerno se ofrece a llevarlo. Es entonces cuando se escucha la voz de una mujer, quien le decía que iría ella, por lo tanto José elige esta acompañante. Al otro día alrededor de las 16hs su yerno pasa por la puerta y observa todo cerrado y las cortinas bajas por lo que supone que había salido. Ese mismo día, como era su costumbre, su hija lo llama a la hora de siempre y no contesta. Se preocupa y como se encontraba lejos del lugar  le pide a su hermana que pase por el domicilio de su padre, que extrañamente no contestaba el teléfono. Así lo hace. Al llegar observa la puerta cerrada sin llave y el perro en la puerta totalmente dopado, como adormecido. Se asusta y llama a un vecino, para que la acompañe. Allí descubren un gran desorden en el living, y José muerto sobre su cama, lo cubría una plancha de tergopol. Al correrla se lo observa con  la cabeza ensangrentada, vestía short, el torso desnudo y descalzo. Declaran en sede policial que la última vez que hablaron con él, fue el día anterior por la tarde, que escucharon la voz de una mujer. Varios vecinos relatan que ese día por la mañana José entraba y salía en compañía de una mujer de unos 45 años, y su característica era una cicatriz en el cuello. Otro vecino declara haber pasado a “la tardecita” y que escuchó quejidos de José. Esto es de gran valor para comenzar con la investigación. Era el día que comenzaba el verano, el día más largo del año, por lo tanto la tardecita podría indicar las 20.00hs y aún era de día.

Ese día la Unidad de Criminalística llega en busca de rastros, toman fotografías que resultaron de enorme valor para llegar a la verdad. El médico legista y el forense que efectúa la autopsia, no coinciden con la data de muerte. Debemos pensar que era un día de mucho calor y la descomposición de cuerpo es más rápida en un lugar cerrado.

Y aquí comienza mi investigación. Leer toda la causa varias veces, en busca de un dato, una pista. Observar y ampliar las fotografías para obtener mayores detalles. Comenzamos a definir cuál fue la escena primaria y la secundaria.

 

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