Home / Area / DOCTRINA EN DOS PÁGINAS Diario Constitucional y Derechos Humanos Nro 166 – 02.10.2017


DOCTRINA EN DOS PÁGINAS

Sobre Marco Tulio Cicerón

Por Jorge H. Sarmiento García

Se ha dicho que los romanos se dirigían a la conquista del mundo como norma; más si se habla de norma se corre el peligro de evocar la idea de continuidad metódica y de plan de largo alcance, noción tardía y concepción anacrónica, filosofía retrospectiva, nacida de la imaginación fértil de los modernos. Pero a falta de una “norma” general, los romanos han tenido por lo menos una serie de “normas” particulares, en forma de problemas políticos, cada vez más amplios, cada vez más comprensivos, surgidos de las necesidades del presente o del porvenir, que con su sentido práctico y genio realizador han abordado sucesivamente y se han dedicado a resolver unos tras otros.

Así se explica que haya escrito Beneyto Pérez que es muy escaso el aporte de Roma en materia de literatura política y que tal cosa debía suceder en un ambiente de expansión y de dominio donde había demasiados caminos abiertos para el triunfo, aparte de que, en razón sin duda de la influencia debida a un concepto demasiado realista de la vida, falta a esa literatura el fundamento filosófico, explicándose de tal manera que sus ideas centrales procedan casi exclusivamente de Grecia, sobre todo en la época estoica.

Por eso trataremos brevemente aspectos de una de las aportaciones romanas al desarrollo de las doctrinas políticas que constituye un perfeccionamiento del pensamiento político de los griegos, logrado en el camino de la experiencia.

Recordamos que la literatura política de Roma se representa, luego de Polibio, por Marco Tulio Cicerón, hombre que tuvo oportunidad de relacionar sus construcciones teóricas con las realizaciones prácticas, pues, en efecto, inició en edad temprana una carrera política y jurídica que fue intensa y se desarrolló en el período histórico que culminará con la caída de la República (carrera en la que se señala el hecho evidente de la escasa influencia que entonces ejercieron sus ideas…).

Es de destacar ante todo el aporte que Cicerón hace en “Las Leyes”, donde partiendo de conceptos referentes a la justicia que ya sostuviera Platón, como así también del principio -de enunciado original estoico- relativo a la existencia de una ley universal que domina en la naturaleza, afirma que la ley positiva debe fundarse en los principios de la razón natural, si es que desea estar dotada de auténtica fuerza, de donde la ciencia del derecho no deriva de los edictos pretorianos, ni de la Ley de las Doce Tablas, sino de la misma filosofía, por cuyo intermedio sabemos que en los hombres hay una razón común; y esta razón es la ley misma, que reside en el hombre, se expresa igual para todos, vive en Dios y a Él nos une.

También es relevante que Cicerón (quien, varias veces injusta y apasionadamente, ha sido calificado como una “veleta política”) pretendió delinear un Estado ideal o “república”, fijando los que consideraba principios verdaderos y filosóficos del Estado para aplicarlos a un ejemplo real, donde ligarían lo posible y lo justo, de acuerdo a la experiencia y a la razón.

En tal orden, es de poner de resalto que a la pregunta sobre hacia qué objetivo han de dirigir la vista y marcar el rumbo los hombres que guían la nave del Estado, Cicerón respondía que su propósito debía ser aquello que es superior a todo lo demás, aquello que únicamente puede satisfacer a los ardientes deseos de todos los hombres de buen sentido, de enjundia y de lealtad: una seguridad tranquila y honorable.

Explicaba que la seguridad y el honor que todo estadista tiene el deber
de vigilar y defender aún con riesgo de su vida, son: la religión y el sometimiento a la voluntad divina, el poder de los magistrados (autoridad civil),
el derecho, la tradición, la justicia y su administración, la buena fe, las
provincias, los Estados aliados, la reputación del propio, la preparación
militar, la estabilidad económica.

Agregaba que los que tienden a ese fin son verdaderos patriotas, prueban
su gran mérito y se les debe considerar, con justicia, la espina dorsal de la Patria;
y señalaba que, para ello, se requiere un corazón valeroso, una alta capacidad
y una voluntad inflexible.

Evidentemente, esas son sólo palabras que perduran en el tiempo…

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