Home / Area / DOCTRINA EN DOS PÁGINAS Diario Ambiental Nro 173 – 12.10.2017


DOCTRINA EN DOS PÁGINAS

Biodiversidad; síndrome de desaparición de colmenas; principio precautorio (Parte II)*

Por Nicolás Fonrouge

 

El principio precautorio tiene fundamento constitucional.[1] Es una norma de derecho y no una mera declaración, es un concepto jurídico indeterminado, un mandato de optimización, que obliga a hacer todo lo posible para alcanzar el objetivo; genera un campo de tensión que se resuelve mediante un juicio de ponderación, que consiste medir el peso de cada principio en el caso concreto: tiene relevancia en el contexto de conservación y uso sustentable de biodiversidad y recursos naturales vivos; la especies son genéticamente únicas e irremplazables. No se puede presumir que sean intercambiables, la pérdida de una especie no puede ser compensada por la protección o restauración de otra.[2]

En la mayor parte de las situaciones de catástrofes naturales o tecnológicas predomina la tendencia a cuestionar la responsabilidad de los poderes públicos por su falta de precaución, es decir, por su incapacidad para identificar un riesgo y prevenir oportunamente los efectos catastróficos.[3]

Dicen algunos autores observadores del Oriente como el monje benedictino Bede Griffiths, de origen británico, que Occidente ante su falta de vida espiritual “produce”; prevalece lo activo frente a lo pasivo, lo racional sobre lo intuitivo; un mercado y un modelo productivo donde prevalece la agresión sobre la compasión; Occidente sale a la búsqueda de nuevos mercados, conquista, guerrera, busca dominar el mundo y a la naturaleza, la metrópoli domina la periferia; en Occidente surge la Revolución Industrial; la producción en masa de Ford, a gran escala; Occidente es el teatro de operaciones de las grandes guerras mundiales. “El impacto que produce Occidente en Oriente es violento y agresivo (me atrevo a agregar que de manera similar al que produce el hemisferio Norte con el Sur), ya sea que se trate de las armas –como en el pasado- o de agresiones mucho más sutiles que tienen que ver con la ciencia y la tecnología; que de alguna manera, manejan hoy al hombre y a la naturaleza. El sistema industrial de Occidente, ya sea el implementado por el capitalismo o por el socialismo (este más opresivo e inhumano), es el resultado de una mentalidad violenta, agresiva y netamente racional; y esta situación puede sin duda llevar a la destrucción paulatina de las culturas milenarias de Oriente. La gente de Occidente está dominada por su mente consciente; van y vienen encerrados en sus propios asuntos y en su propio ego”[4]

Las raíces de esto no son claras. Max Weber en su obra “La ética protestante y el espíritu del capitalismo”, estudió como surgió un modo de comportamiento que conducía al hombre occidental al éxito económico (signo de predestinación y bendición divina, sobre todo en el Calvinismo); una maximización del rendimiento y una minimización de todo gasto innecesario (hasta perder el tiempo es un gran pecado: “time is gold” dice el capitalista), pero luego fue progresivamente desprendiéndose de esa motivación religiosa en un continuo proceso de secularización. Por eso, Max Weber concluye que estamos quizá delante de los últimos hombres ya que el futuro parece quedar reservado a especialistas sin espíritu y hedonistas sin corazón que, además, para colmo se imaginan haber llegado a un grado nunca alcanzado de humanidad.

Asimismo, la Iglesia Católica busca discernir los “signos de los tiempos” desde antiguo, y como una voz entre muchas otras que nos llaman a “despertar”, surge el mensaje del Papa Francisco en su Encíclica Laudato SI sobre el cuidado de la casa común. Dice el Papa: “…antes de reconocer cómo la fe aporta nuevas motivaciones y exigencias frente al mundo del cual formamos parte, propongo detenernos brevemente a considerar lo que le está pasando a nuestra casa común….” (…) “…A la continua aceleración de los cambios de la humanidad y del planeta se une hoy la intensificación de ritmos de vida y de trabajo, en eso que algunos llaman «rapidación».”[5]

Agrega el Papa: “…La tecnología que, ligada a las finanzas, pretende ser la única solución de los problemas, de hecho suele ser incapaz de ver el misterio de las múltiples relaciones que existen entre las cosas, y por eso a veces resuelve un problema creando otros. La tierra, nuestra casa, parece convertirse cada vez más en un inmenso depósito de porquería. En muchos lugares del planeta, los ancianos añoran los paisajes de otros tiempos, que ahora se ven inundados de basura. Muchas veces se toman medidas sólo cuando se han producido efectos irreversibles para la salud de las personas. Nos cuesta reconocer que el funcionamiento de los ecosistemas naturales es ejemplar: las plantas sintetizan nutrientes que alimentan a los herbívoros; estos a su vez alimentan a los seres carnívoros, que proporcionan importantes cantidades de residuos orgánicos, los cuales dan lugar a una nueva generación de vegetales.”[6]

Es un hecho que las abejas están desapareciendo de diversas partes del mundo y nadie sabe bien por qué todavía. Pero tan importante como conocer la razón, es saber cuál sería el resultado (y no es la falta de miel lo más dramático): sin abejas no hay la polinización, y sin polinización no hay reproducción en las plantas, sin plantas no hay alimentos para los animales vegetarianos, y para quienes se alimentan de ellos.[7]

El rol que juegan las abejas en la naturaleza no tiene precio y son innumerables los beneficios que traen para que la vida siga existiendo en el planeta. A la incertidumbre de lo que puede llegar a pasar por la desaparición de las abejas, se suma además la doble incertidumbre de lo que aún no sabemos que podemos llegar a perder con la desaparición de las abejas. Sin duda además de ser un bien colectivo y natural, son un patrimonio cultural, y ello también tiene correlato con derechos humanos (y de no perder estos bienes, estos patrimonios de la humanidad y de los pueblos). En efecto, comencé hablando del riesgo evidente de falta de polinización; pero no puedo vislumbrar los efectos, por ejemplo, de la perdida de la miel (no podemos decir aún que conocemos todo su “valor”; sabemos parcialmente que tiene propiedades nutritivas y hasta cosméticas, pero no sabemos acabadamente otras propiedades, como ser las medicinales[8]). De hecho la miel es un producto que no se descompone ni degrada[9].

La preocupación de la comunidad científica no es menor, porque si no hay una causa claramente identificada para la posible extinción de las abejas hasta ahora, no hay manera de abordarla. Millones de abejas están abandonando sus colmenas y vuelan hasta morir, dejando a los apicultores en la ruina y amenazando la agricultura de muchas regiones. Esto sin duda que también tiene una correlación entre Economía y Derecho, aspecto que si bien no quiero hacer objeto de estudio principal del presente trabajo, no puedo negar que a todas luces existe. El desastre es ante todo alimentario; muchos seres humanos tendrán un grave problema de acceso a los alimentos: esto puede implicar castigar con hambrunas muchos lugares, así como resultar como situación de aprovechamiento para algunas corporaciones que puedan manos de algunos inescrupulosos. Los gobiernos democráticos y los estadistas no puede mirar al costado este grave panorama. Según un informe de la Organización para la Alimentación y la Agricultura de las Naciones Unidas (FAO) las abejas son un importante indicador para comprobar la salud de los ecosistemas agrícolas.[10]

 

[*] El presente corresponde a la continuación del artículo publicado en el Diario N° 172 (05.10.2017)

[1] Ibídem, pág. 67

[2] Lorenzetti, Ricardo Luis, Teoría del Derecho Ambiental, Capítulo III – Incertidumbre y Riesgos Ambientales: Prevención y Precaución, Editorial La Ley, Buenos Aires, 2008, pág. 74-75

[3] Goldemberg, Isidoro – Cafferatta, Néstor, Daño Ambiental, Capítulo XXIII, El principio de precaución, Editorial LexisNexis, Buenos Aires, 2001, pág. 71

[4] Griffiths, Bede, Matrimonio entre Oriente y Occidente, Capítulo I, El descubrimiento de la India, Editorial Bounum, Buenos Aires, 2006, pág. 4-5

[5] Papa Francisco, Encíclica Laudato Si, Capítulo I, Lo que le está pasando a nuestra casa, Edición Conferencia Episcopal argentina, Buenos Aires, 2015,pág 17-19

[6] Ibídem, Pág. 29

[7] http://www.clarin.com/sociedad/Cae-poblacion-abejas-produccion-alimentos_0_1663633818.html

[8]http://computerhoy.com/noticias/life/abejas-podrian-ayudar-crear-nuevo-antibiotico-68003?utm_content=buffercf726&utm_medium=Social&utm_source=Facebook&utm_campaign=CH

[9] http://www.labioguia.com/notas/por-que-la-miel-es-el-unico-alimento-que-nunca-se-estropea

[10] http://www.fao.org/news/story/es/item/415604/icode/

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