Home / Novedades / Un día como hoy… Cuando las bombas cayeron sobre Buenos Aires


Un día como hoy… Cuando las bombas cayeron sobre Buenos Aires

Un día como hoy…

Cuando las bombas cayeron sobre Buenos Aires

Hace 62 años la ciudad se teñía de sangre

Por Walter Gangi[*]

Era un día como hoy –pero jueves– 16 de junio de 1955 y aquella mañana de hace 62 años, que estaba gris y lluviosa, traía escondida entre la nubes, la muerte.

 

El homenaje a San Martín programado para ese día, con aviones de guerra sobrevolando la Catedral, fue la mascarada de un plan macabro que dejó centenares de muertos en las calles de Buenos Aires.

Los aviones de la armada bombardearon y ametrallaron varios puntos de la ciudad. Si bien los principales fueron la Plaza de Mayo y la Casa Rosada, también fueron atacados el edificio de la Confederación General del Trabajo, el Departamento Central de la Policía y la residencia presidencial, donde hoy se encuentra la Biblioteca Nacional.

Transeúntes inocentes perecieron bajo la metralla y las bombas de las escuadras de aviones. Hombres, mujeres, jóvenes, ancianos y niños, fueron las víctimas del más horrendo crimen que quedará impune, porque los asesinos del 16 de junio, tres meses después volvieron a la carga y se hicieron del poder.

Con el objetivo de asesinar a Perón, se llevó a cabo este horrendo crimen, con absoluto desprecio por la vida humana, señalando el comienzo del terrorismo de Estado en la Argentina.

Las cifras oficiales determinaron que hubo cerca de cuatrocientos muertos y más de mil heridos, de los cuales muchos quedarían mutilados. Se sabe que entre los muertos había cuarenta y cuatro militares y que el resto eran ciudadanos civiles indefensos que murieron por la desidia de un grupo de cobardes que bombardeó una ciudad abierta, sin refugios.

Entre esos civiles que murieron se encontraba un trolebús lleno de niños, unos cuarenta alumnos de una escuela primaria del interior, que ese día había viajado –en una excursión– a la Capital para conocer al presidente de la Nación.

La última incursión de esa mañana efectuada por los cobardes asesinos bombardeó y ametralló la Plaza de Mayo, asesinando a los médicos, a los enfermeros y a los voluntarios que habían llegado al lugar a auxiliar a los caídos. También murieron granaderos conscriptos que defendían la Casa Rosada.

Los cobardes asesinos huyeron en su mayoría a Montevideo, y unos pocos de los que se quedaron en el país fueron juzgados y condenados a penas de prisión, ninguno de ellos fue sentenciado a muerte. Pero las penas quedaron sin efecto tan solo tres meses después, por gracia de los usurpadores del poder, tras el golpe de 1955.

Pero los criminales no solo fueron exonerados sino que además fueron premiados con importantes cargos en el Gobierno, entre los que se destacan los que fueron convertidos en embajadores ante la Organización de las Naciones Unidas, Estados Unidos y España, entre otros, que no merecen ser nombrados y ya que nunca fueron condenados por tan aberrantes crímenes, que la sociedad por lo menos no los vuelva a mencionar jamás y los condene al olvido que los cobardes merecen.

Sin embargo, encuentro necesario destacar que entre los condenados se encontraba el contraalmirante Olivieri y su secretario, el tristemente célebre Emilio Eduardo Massera, integrante de la junta militar que en 1976 protagonizaría el golpe cívico militar más sangriento de nuestra historia.

Las listas con los nombres de los muertos se dieron a conocer más de cuarenta años después del triste episodio y hasta el día de hoy –por el lapso de tiempo transcurrido– no se sabe con certeza si se pudieron revelar los nombres de la totalidad de los muertos y heridos.

El terror se hizo presente y los crímenes de los gobiernos de facto, que comenzaron en 1955, se repitieron con sublime impunidad durante los treinta años siguientes, hasta la llegada de la tercera democracia –la actual– de la Argentina en 1983. Durante esos años, los militares se adueñaron del poder, con gobiernos propios en los que contaron siempre con la colaboración de civiles, y con gobiernos civiles estrictamente controlados por ellos mismos, que sucumbieron siempre ante un golpe de Estado. Como Juan Domingo Perón en 1955, Frondizi es derrocado en 1962, Illia en 1966 y María Estela Martínez de Perón en 1976.

Por lo menos, en la actualidad la masacre de aquel 16 de junio de 1955, es considerada un delito de “lesa humanidad”.

[*]  Abogado y docente de la Facultad de Derecho de la U.B.A.