Home / Novedades / Un día como hoy… La muerte de Juan José Valle


Un día como hoy… La muerte de Juan José Valle

Un día como hoy…

La muerte de Juan José Valle

Por Walter Gangi*

Un 12 de junio como hoy pero de 1956

El 9 de junio de 1956, se puso en marcha un levantamiento contra la dictadura que había derrocado al gobierno Constitucional de Juan Domingo Perón, con la finalidad de recuperar las instituciones y reponer a las autoridades legítimas, pero la rebelión fue sofocada y la mayoría de los integrantes del movimiento fusilados. El general Juan José Valle, el líder del movimiento fue asesinado el 12 de junio de 1956.

 

El golpe del 16 de septiembre de 1955, autodenominado “la revolución libertadora” fue llevado a cabo por la Marina de Guerra, con el apoyo de un pequeño sector del Ejército, liderado por Lonardi, un general nacionalista y católico, que contó con la aprobación de los hombres de mar, para ocupar el cargo de presidente de facto, con el objeto de lograr futuros consensos para sus planes de entrega, de sometimiento, derogación de las conquistas sociales, y de la propia Constitución Nacional de 1949.

Lonardi, que apoyó el derrocamiento de Perón, proponía desde el discurso una política moderada, destacando que no había “ni vencedores ni vencidos”. Consideraba que las conquistas sociales no debían correr la misma suerte y prometió mantener los logros alcanzados por el gobierno derrocado.

El almirante Isaac Francisco Rojas, bautizado popularmente como la “hormiga negra”, que ocupaba el cargo de vicepresidente de facto, lideraba la posición más enérgica, sosteniendo que había que erradicar a Perón, al peronismo y a todos sus actos. Su enorme peso en la dictadura, permitió que se le atribuyera la autoría ideológica de los mayores crímenes.

Lonardi no cambió su tesitura y dejo ser útil a los líderes del golpe del ’55, por lo que fue destituido el 13 de noviembre de 1955 y reemplazado el general Pedro Eugenio Aramburu, a instancias del mentado almirante, convirtiéndose en el brazo ejecutor de las atrocidades de la dictadura. Los 27 fusilamientos por el levantamiento del 9 de junio y la profanación del cadáver de Eva Perón, entre otros tantos crímenes.

El golpe de 1955 que proscribió al peronismo, impuso el terror de la represión, con drásticas consecuencias para quien no renunciara a esa ideología. Se prohibió desde la lectura peronista hasta la mención de Perón. Y junto con el peronismo tenían que caer las medidas populares y nacionales alcanzadas durante el gobierno de Perón, que favorecían a la clase trabajadora y que eran el resultado de muchos años de lucha.

El Decreto 4161 firmado por Aramburu, representa la más perversa represión que se haya publicado jamás, que tenía la absurda finalidad de erradicar al peronismo prohibiendo  “(…) la utilización, con fines de afirmación ideológica peronista, efectuada públicamente, o de propaganda peronista, por cualquier persona, ya se trate de individuos aislados, grupos de individuos, asociaciones, sindicatos, partidos políticos, sociedades, personas jurídicas, públicas o privadas, de las imágenes, símbolos, signos, expresiones significativas, doctrinas, artículos y obras artísticas, que pretendan tal carácter (…) [era] especialmente violatoria de esta disposición la utilización de la fotografía, retrato o escultura de los funcionarios peronistas o sus parientes, el escudo y la bandera peronista, el nombre propio del presidente depuesto, el de sus parientes, las expresiones peronismo, peronista, justicialismo, justicialista, tercera posición, P.P., las fechas exaltadas por el régimen depuesto, las composiciones musicales denominadas Marcha de los muchachos peronistas y Evita capitana o fragmentos de las mismas, la obra La razón de mi vida o fragmentos de la misma, y los discursos del presidente depuesto y de su esposa o fragmentos de los mismos (…)”. Sin duda tuvo como resultado el efecto contrario al buscado por los golpistas del 55.

Se abolió la Constitución de 1949 en desmedro de la Nación, que en los términos de la proclama de Valle se hizo “con el evidente propósito inconfesable de abolir disposiciones como las del artículo 40 que impiden la entrega al capitalismo internacional de los servicios públicos y las riquezas naturales”. Los que ocuparon el Gobierno en 1955, renegaron de la soberanía económica y se encargaron de asegurar la dependencia, instalando un vínculo que se prolongará durante años, con el FMI y el Banco Mundial.

Favorecieron la concentración del capital empresario y con evidente retroceso, también la explotación y opresión de los trabajadores. En el mismo sentido restauraron las relaciones con el campo, beneficiando a los latifundistas y provocaron un perjuicio deliberado en los sectores medios de la sociedad. Lamentablemente, a pesar del avance logrado en esa materia, desde 2003 con Néstor Carlos Kirchner, el Gobierno actual avanza a pasos agigantados para arrastrarnos a la misma situación padecida en aquellos años.

Dijo Perón desde el exilio “(…) Han destrozado a martillazos un sin número de pulmotores y puesto fuego en una inmensa montaña de colchones, sabanas, almohadas (…) so pretexto de llevar cada prenda, sobreimpresas el sello de la entidad, o sea de la Fundación, dejando al grueso de la población desprovista de las más elementales defensas sanitarias (…)” y entre tantas otros, las consecuencias de la epidemia de polio del año 1956, son una prueba de tan aberrante crimen. Aunque otro bárbaro al  servicio de la tiranía, el monseñor Plaza, con un fundamento que no puede ser calificado como menos que ignorante, decía que la epidemia de poliomielitis que padecían los niños argentinos era el castigo de Dios por la existencia del peronismo.

El levantamiento estaba programado para comenzar el sábado 9 de junio de 1956 a las 23 horas, simultáneamente en distintos puntos del país y la señal para que se iniciaran  las tareas revolucionarias era la difusión radial de la proclama. Pero la noche del 9 de junio en Avellaneda, cuando el coronel Irigoyen y el mayor Costales, junto con un grupo de civiles, trataban de instalar un transmisor en una escuela, fueron detenidos por la policía. Se los trasladó al comando de Lanús, donde después de ser torturados, todos fueron fusilados, incluyendo un pibe de catorce años. Otro grupo de civiles fue sorprendido en Florida y corrió la misma suerte. Los fusilaron en la madrugada del domingo 10 en un basural de José León Suárez.

Finalmente la dictadura de Aramburu y de Rojas, había logrado desbaratar el golpe del 9 de junio, encabezado por el General Valle, cuya finalidad era recuperar las instituciones y reponer en su cargo a las autoridades legítimas derrocadas en 1955. La violenta represión impuesta por el régimen había fusilado en los días siguientes a 26 personas, haciendo público el compromiso de suspender los fusilamientos si el líder del movimiento se entregaba.

Para evitar que se siga adelante con ese innecesario derramamiento de sangre, Juan José Valle se entregó como un general, como un comandante, pero por sobre todas las cosas como un valiente, atributo que aquellos dictadores nunca conocieron. El 12 de junio, el General Juan José Valle se hizo presente, fue detenido y trasladado a la Penitenciaría Nacional, donde fue fusilado ese mismo día.

En las horas previas a su muerte, escribió una carta para el hombre que había obtenido el grado de general, gracias a su intervención ante el propio Perón, ese hombre ahora lo condenaba a muerte, se llamaba Aramburu.

En unos de sus fragmentos le dice “(…) Conservo toda mi serenidad ante la muerte. Nuestro fracaso material es un gran triunfo moral. Nuestro levantamiento es una expresión más de la indignación incontenible de la inmensa mayoría del pueblo argentino esclavizado (…)”. Agrega “(…) Entre mi suerte y la de ustedes me quedo con la mía. Mi esposa y mi hija, a través de sus lágrimas verán en mí un idealista sacrificado por la causa del pueblo. Las mujeres de ustedes, hasta ellas, verán asomárseles por los ojos sus almas de asesinos. Y si les sonríen y los besan será para disimular el terror que les causan. Aunque vivan cien años sus víctimas les seguirán a cualquier rincón del mundo donde pretendan esconderse. Vivirán ustedes, sus mujeres y sus hijos, bajo el terror constante de ser asesinados (…)” (Fragmentos de la carta de Valle a Aramburu).

Como una fatal premonición, el destino que auguraba Valle se cumplió, aunque de manera distinta. Mientras Aramburu encontró la muerte, después de ser juzgado, condenado y sentenciado por una asociación que actuaba en la clandestinidad, de la misma manera que él lo había hecho, Rojas, vivió muchos años más rodeado del desprecio y murió tras recibir el abrazo de aquel presidente de la década de los noventa, que decía ser peronista, que privatizó empresas estatales, destruyó los ferrocarriles, cuyo nombre no recuerdo. Como supo decir Antonio Cafiero “(…) Rojas hizo de su antiperonismo visceral una razón para vivir (…) el almirante murió con sus odios intactos (…) fue el paradigma más notable de un revanchismo depredador de la convivencia política (…)” y concluye afirmando “(…) El peronismo está vivo (…)” y es esa frase final la que resume el fracaso de toda su existencia.

Por los crímenes cometidos con los fusilamientos del ’56 y la profanación del cadáver de Eva Perón, entre tantos otros, en 1970 Aramburu tras ser tomado prisionero, es juzgado y condenado a muerte por Montoneros, una asociación que actuaba en la clandestinidad en contra de los asesinos del pueblo, de la misma manera que él lo había hecho en la dictadura de facto. Por esas vueltas que tiene la vida, fue ejecutado de inmediato por un comando de Montoneros que llevaba el nombre de “Juan José Valle”.

[*] Abogado y docente de la Facultad de Derecho de la U.B.A.