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Italia: ¿Alguien quiere pensar en los niños?

Reggio Calabria, en la “punta de la bota” italiana y apenas separada de Sicilia, es una ciudad  con menos de 200.000 habitantes, pero con una presencia de la peligrosa ‘Ndrangheta, sospechada de estar presente en todas las estructuras estatales para favorecer una larga lista de operaciones ilícitas de las que se la acusa.

A mi regreso de una experiencia de cinco años en Messina, Sicilia, empezamos en 2012 a toparnos en diversas causas con los hijos de los capos mafiosos juzgados en los años ’90. Y era evidente el sufrimiento de los chicos”, describió Di Bella.

Lo que hacemos no es confiscación de hijos, ni deportación de menores. Son procedimientos temporales, únicamente para los casos más graves, que prevén el alejamiento de los hijos de Calabria hasta que cumplan 18 años. Mientras tanto, están con gente especializada, psicólogos, familias de acogida”, explicó durante el diálogo.

No actuamos sólo porque la familia tenga contacto con la mafia. Intervenimos en casos puntuales cuando notamos que el entorno del chico, el método educativo mafioso interrumpe el desarrollo sano psicofísico de los hijos: cuando en las escuchas, por ejemplo, el padre le promete al hijo la herencia del rol en la familia”, detalló Di Bella.

¿Cómo reconocen cuando hay un camino delictivo en el horizonte del niño? “Hay delitos sintomáticos de una cultura mafiosa: quema de patrulleros, resistencia a las fuerzas del orden; síntomas de un inicio en la actividad mafiosa”, agregó.

Del mismo modo, enfatizó que “Lo importante es enfatizar que el alejamiento se da sólo en casos concretos, solo cuando hay un perjuicio para los niños. Y nació con dos objetivos: asegurarles una tutela adecuada; y ayudarlos a experimentar una vida social, psicológica, diversa de la del contexto de proveniencia”.

Queremos sacarlos de un destino que si no se hace nada parece inevitable. Que sean libres de elegir su destino; explicándoles que el homicidio y la violencia no son elementos para resolver las controversias personales; que la cárcel no es un honor, una medalla sobre el pecho, es un castigo”, propuso.

Del mismo modo, lamentó: “A veces no eligen otra alternativa porque no saben que hay otra alternativa. La pertenencia a la ‘Ndrangheta en algunos ni siquiera se considera algo negativo porque es así la cultura y es lo único que han visto desde chicos”.

¿Tuvieron quejas y resistencias de los padres? “Sí. Pero jurídicamente hay mucho sustento en esta decisión. Principalmente, que el derecho de los niños a tener una educación adecuada es mayor a que sean educados por sus familias. No puede ser que sean expuestos a situaciones de violencia y sufrimiento”.

Incluso con las imágenes que se dan en el cine y la televisión sobre la mafia. Los chicos de 12 años tratan de imitar eso, donde los jefes mafiosos representan un fuerte atractivo sobre los adolescentes. El poco respeto a las reglas, el liderazgo, el dinero.

La cultura de la ‘Ndrangheta les rompe la relación con las instituciones. Hemos visto casos de niños que se han tatuado en la planta del pie la cara de un policía para pisarlos en cada paso que dan”.

Cinco años han servido hasta ahora para trazar algunos balances, si bien Di Bella resaltó que se trata de un proyecto “hecho en forma casi artesanal”.

Por ahora los resultados son alentadores, animadores. Los chicos retomaron la escuela; muestran ganas de conocer el mundo que está más allá de la mafia. Incluso las madres escriben ahora en privado para que saquemos a sus hijos de un destino inevitable de muerte o encarcelación”, reconoció Di Bella.

¿Cómo seguirá la experiencia? “Nosotros seguimos trabajando. Ha despertado mucho interés de parte de juristas de todo el mundo, y para nosotros es imprescindible fomentar una discusión también. Los chicos, mientras tanto, van viendo que hay otro mundo fuera de la mafia. El próximo paso es avanzar con los otros poderes del Estado para tratar de asegurarles inserción en el mercado laboral y una contención óptima una vez que cumplen los 18 años”, finalizó.